Deslizo la mano por la hierba y siento como los pequeños tallos y las diminutas flores blancas me acarician los dedos. El sol brilla hoy en Berlín y eso me hace sentir especialmente inspirada.
Parece que esta dulce tarde de septiembre me sonríe con su delicada luz. Es perfecta para bocetar la catedral, edificio que se alza imponente frente a mi cuaderno de dibujo.
Comienzo a trazar las primeras líneas, que me servirán de guía para construir mi propia visión del grandioso templo. Tras unos minutos de rápidos y ágiles trazos, se empieza a atisbar en mi bloc el estilo neo-barroco que la caracteriza.
Doy los últimos retoques y añado los detalles del renacimiento italiano que influyeron en la espectacular edificación. Por último, aporto la típica nota de color verdoso a su inconfundible cúpula.
Tengo la sensación de que alguien me observa y con un rápido movimiento compruebo la retaguardia. Unos metros más atrás, un hombre de mirada mediterránea y gesto interesante, contempla la misma escena del ocaso.
Tan sólo hago una rápida incursión a mi espectador y parece que en un instante, este alborota a las musas que revolotean por mis pensamientos y hacen cosquillas a mis ideas.
Como hechizada, comienzo a deslizar la punta de mi pluma en la esquina inferior del grueso papel. Por mi mano se desliza un poema en honor a las vistas y a mi singular compañero de tarde.
Atravieso la hoja con mi peculiar rubrica y en mi alemán natal añado un «Gracias desconocido». Quién sabe si algún día, el que inspiró estas letras acabará leyéndolas.
Minlato realizado a partir de la idea original de David Azcárate (http://davidazcarate.blogspot.com.es/2013/09/trazos-sobre-berlin.html)
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