Una de monstruos

Al salir de la oficina, una ráfaga de viento helado me cruzó la cara. Ajusté mi bufanda lo más arriba posible, me puse el gorro de lana y continué mi trayecto a casa.

Hacía mucho, muchísimo frío, estaba siendo uno de los inviernos más crudos de los últimos años. Yo tan sólo anhelaba el calor hogareño, mientras recorría las calles repletas de viandantes, envueltos en sus abrigos.

Ensimismado en mis pensamientos como iba, ni me di cuenta de que caminaba por la calle equivocada, hasta que me tope de bruces con la puerta de un antiguo cine.

Luz al final del túnel

Llegué a toda prisa al lugar del desastre y en el mismo momento en que me quitaba el casco de la moto, hubo un segundo desplome. La aparente calma que se respiraba en los alrededores, se transformó súbitamente en gritos desesperados. El ánimo con el que los técnicos desplazados a la zona estaban trabajando, pronto devino en un caos de códigos numéricos y maniobras de emergencia.

Uno de los edificios más antiguos, el emblema de la ciudad, había quedado reducido en pocos minutos, a un amasijo de hierros y escombros.

Tormenta de verano

«¡Clic!», tras un parpadeo de los intermitentes, el coche del joven se abrió. Arrancó el vehículo y tras revolver la guantera unos instantes, introdujo en el lector uno de sus antiguos CDs de rock.

Iba de camino a casa, después de una larga jornada de trabajo en la emisora, cuando el cielo comenzó a oscurecerse. En pocos minutos, se desató una tremenda tormenta, de esas que empapan a los transeúntes despistados y anegan las calles de la ciudad.

Feliz cumpleaños

Era un sábado por la mañana, hacía un calor sofocante y ella no había podido dormir en toda la noche. A las diversas preocupaciones que le rondaban la cabeza, había que sumarle las felicitaciones que hacían vibrar su móvil a cada instante.

Finalmente, a las ocho de la mañana el teléfono pareció darle una tregua. Ella se quedó profundamente dormida, pensando en el deseo que le gustaría ver cumplido ese día tan especial: Un  abrazo de su novio.

Cosas de perros

«Vamos Nala», dijo el joven al tiempo que daba un suave tirón a la correa del animal. Era una hembra de Alaskan Malamute preciosa, de muy buen carácter, pero con las ideas muy claras.

En esta ocasión, el dueño pretendía evitar a una joven que estaba sentada en un banco con un ejemplar de Labrador Retriever, pero su perrita ya había decidido acercarse a saludar.

Primer día de verano

«¡Deberíamos ir al pantano!» exclamé mientras desparramaba la mitad de mi café con hielo por la mesa. Tras un breve silencio, la decisión fue unánime.

Todos estábamos de acuerdo, como de costumbre, nos gusta pasar allí las tardes de verano. Es un sitio muy agradable, hay algunas barquitas para poder navegar, un bar donde sirven bebidas frescas, zonas de arena para tomar el sol, algunos emplazamientos para pescar….